Es la última semana de Pascua que terminará el próximo domingo con Pentecostés. Hoy la Iglesia celebra la Ascensión del Señor. La Ascensión de Jesús nos revela que la plenitud solamente la alcanzamos al final y que, además, es un don de Dios. Jesús, exaltado, es la garantía de la promesa que esperamos. Pero es, a la vez, un proyecto inmediato de acción, un quehacer, una tarea sin dilación: “Qué hacéis mirando al cielo?”
En Lucas está enmarcada en la última comida de Jesús con los discípulos… Esto nos sugiere que la vida después de la muerte no significa el abandono de la condición humana, sino que es la máxima expresión de ésta.
Lc 24, 46-53
Y dijo Jesús a sus discípulos: «Estaba escrito que el mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Sabed que voy a enviar lo que os ha prometido mi Padre. Por vuestra parte quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto». Los sacó hasta cerca de Betania. Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y subió al cielo. Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.
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